viernes, 19 de octubre de 2012

Un Palacio digno de Un Emperador...

El imperio romano es reconocido no solamente por ser uno de los más grandes de la historia antigua, sino también por sus avances en la arquitectura hechos en sus ciudades. Muchos fueron los emperadores que gobernaron roma y cada uno dejo en herencia valiosos aportes tanto en su cultura como en su estructura.


Nerón Claudio César Augusto Germánico fue emperador entre el octubre de 54 y junio de 68, último emperador de la dinastía Julio-Claudia. Quien tras el gran incendio del año 64 en la capital romana construyo un grandioso palacio. Ocupaba, según se ha calculado, alrededor de 50 hectáreas. Construido en terreno publico y financiado con los impuestos elevados sus lujos incluían incrustaciones de oro, piedras preciosas y marfil, y se cuenta que los techos de algunos salones tenían compuertas por donde se arrojaban flores y perfumes durante las fiestas ofrecidas por Nerón.

Contaba con 300 habitaciones, también tenía viñedos, campos de maíz, bosques y un lago artificial en el actual emplazamiento del Coliseo romano. Al parecer, se trataba de una villa dedicada exclusivamente a fiestas, ya que ninguna de las 300 habitaciones servía de dormitorio. Al entrar los invitados podían maravillarse con una cascada de agua que parecía venírsele encima pero que en el último momento desaparecía por un canal a sus pies. 

El palacio incluia ademas magníficos vestíbulos y columnatas, bibliotecas e innumerables piscinas y baños con piletas de plata surtidas de agua de mar o de distintas aguas minerales. El comedor principal estaba coronado por una cúpula que giraba día y noche entorno a su eje mediante la fuerza del agua

A la muerte de Nerón fue cubierto con escombros por orden del emperador Trajano, lo que paradojicamente aseguró su conservación al evitar el habitual pillaje de materiales valiosos que afectó a otros edificios como el Coliseo. Al menos una parte de las estancias del palacio permaneció desconocida hasta el siglo XV, cuando se halló casualmente el acceso a una de las bóvedas tapadas bajo tierra. Las decoraciones murales descubiertas entonces fueron la inspiración del motivo de grutescos que se hizo habitual en el Renacimiento. La palabra grutesco deriva de gruta, en alusión a las ruinas subterráneas de la Domus.



Algunas de las extravagancias de la Domus Aurea tuvieron repercusión en el futuro, Nerón situó mosaicos en los techos, cuando hasta entonces su uso se había restringidos a los suelos. Sólo han sobrevivido algunos fragmentos, pero la técnica fue copiada extensivamente, convirtiéndose en una característica fundamental del arte cristiano, como se puede ver en varias iglesias de Roma, Ravena, Sicilia y Estambul.

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